ALIMENTOS TABÚ: DEL ASCO VISCERAL A LA PROHIBICIÓN RELIGIOSA. ANTROPOLOGÍA DE LA ALIMENTACIÓN

Os voy a dejar por aquí este interesante artículo que tiene alguna referencia a la Antropología de la Alimentación que tanto me entusiasma, subdisciplina que explora y profundiza en las estructuras alimenticias, en la selección de alimentos de los grupos humanos y en las razones biológicas, sociales, culturales por las cuales se escogen unos alimentos y no otros, sus aversiones, su sacralidad, sus tabúes.

El artículo refleja este atractivo perfectamente sin llegar a entrar en la materia, de modo que posibilita que los lectores se hagan una muy buena idea de los objetos de investigación de la Antropología en este campo, de una forma sencilla y apetecible:

«Como ocurre con las misteriosas líneas de Nazca del Perú, si nos fijamos bien y subimos unos metros en la perspectiva, en toda elección gastronómica hay marcas en el subsuelo. Anatemas, fatuas, supersticiones, pragmatismo, fuentes más idóneas de proteínas, gustos ancestrales, corrientes culturales, elementos proscritos en las recetas, omisiones no tan inocentes o naturales como pudiéramos creer».

Por aquí os lo dejo completo: https://blogs.publico.es/recetas-caseras-nutricion-saludable/2021/02/12/alimentos-tabu-del-asco-visceral-a-la-prohibicion-religiosa/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=web&fbclid=IwAR3a-LGCO-FpqBdbQpXpjtbXiNKfEgTMqO5bgbXNegMGBsKnItlcXOsHGHo

Si leéis el artículo y se os queda el gusanillo de más, o queréis adentraros en algo más antropológico, continuad leyendo.

Por ejemplo, en el texto hace referencia al libro de Marvin Harris «Bueno para comer», que es un texto clásico que se podría encajar en la subdisciplina de la Antropología de la Alimentación. Os pongo el resumen y comento la chicha del asunto, que no es poca cosa.

Dice: Si a lo largo y ancho del globo hay pueblos y culturas que detestan, incluso hasta el límite de la repugnancia, alimentos que para otros son perfectamente aceptables, la definición de lo Bueno para comer no puede basarse sólo en la pura fisiología de la digestión, sino que debe contar también con las tradiciones gastronómicas de cada pueblo y su cultura alimentaria. En este apasionante estudio, Marvin Harris muestra cómo los alimentos preferidos (buenos para comer) son aquellos que presentan una relación de costes y beneficios prácticos más favorable que los alimentos evitados (malos para comer) y que la arbitrariedad de los hábitos alimentarios puede explicarse mediante elecciones relacionadas con la nutrición, con la ecología o con su mero coste.

Hay distintas perspectivas acerca de la arbitrariedad sobre los hábitos alimenticios, algunas más culturalistas, en el caso de Harris le otorga una buena relevancia a los aspectos ecológicos. Muy interesante para adentrarse en el universo de los humanos y sus estructuras alimenticias.

Me parece muy interesante porque la perspectiva de Harris (y el título del libro) conlleva cierto beef antropológico con Levi-Strauss y su concepto de «bueno para pensar». «Bueno para comer» y «bueno para pensar» supone la aplicación de distintas metodologías antropológicas para tratar el mismo tema, los porqués de la selección de alimentos, y, por lo tanto, los resultados fueron distintos. Tirando de memoria, «bueno para comer» supone entender que las necesidades de nuestro estómago nos conducen a seleccionar de lo que consideramos que se puede comer de nuestro entorno lo más adecuado en una relación entre costes y beneficios. Es decir, que si cazar un bicho X nos cuesta habitualmente dios y ayuda y requiere de un gran desgaste físico para que luego incorpore una relación pequeña de nutrientes, pues no sería «bueno para comer», así a grandes rasgos y valga el reduccionismo del concepto.

Sin embargo Levi-Strauss le da una mayor fuerza a la satisfacción de los elementos culturales grupales con su «bueno para pensar», lo que justifica que no siempre existe esa relación entre costes/beneficios en lo que nos echamos a la boca, sino que los símbolos con los que vivimos dentro del orden de lo correcto y lo incorrecto relativo a cada grupo ejerce una mayor presión en nuestra selección alimenticia. Esto nos podría llevar a entender por ejemplo la cocina moderna en cuanto a la alta gastronomía, que nos puede conducir a comprar un producto en un restaurante como las angulas, el caviar o el jamón ibérico, que reinterpretaría esa relación de costes/beneficios teniendo en cuenta que tal vez hayamos tenido que trabajar durante decenas de horas en una fábrica para llevarnos a la boca un pequeño plato de un producto sin un gran aporte energético en comparación.

Yo siempre he pensado que en la selección de alimentos se incorporan factores de los dos conceptos. Tienen mucho que ver las circunstancias en las que te encuentres, tu ecosistema, y la construcción simbólica y cultural de los alimentos en términos relativos a cada grupo. Aquí mismo subí hace unos meses un ensayo etnográfico de una brevísima investigación y con un enfoque etnohistórico sobre la reconstrucción de contextos históricos a través de las recetes de unas señoras y los discursos de las mismas. Es este:

https://actividadantropologica.com/2020/11/25/recopilacion-de-recetarios-antiguos-y-los-discursos-de-sus-cocineras/

Por seguir con el ejemplo de lo que es bueno para comer y bueno para pensar, también está el tema del veganismo occidental en el que hice algunas reflexiones hace tiempo. Mi hipótesis siempre ha sido que la emergencia del veganismo «general» o como tendencia mainstream en occidente se ha debido a que tenemos la capacidad para elegir los alimentos que consumimos de entre una variedad enorme dentro de una misma superficie sin la necesidad de buscarlos «por nuestra cuenta». Esto nos permite, una vez tan harta satisfecha nuestra necesidad alimenticia, introducir nuevos elementos morales en este cómputo. La protección a los animales en términos morales, en expansión en la última década se ha podido desarrollar cuando esta capacidad para la superelección de la abundancia alimenticia se ha ido consolidando.

Esta vaga reflexión provino de una indagación que hice sobre grupos indígenas aislados o con poco contacto y sus hábitos alimenticios, grupos que viven en entornos donde la supervivencia no está garantizada. Creo recordar que no encontré ninguno de estos grupos que se desenvuelven en entornos tan extremos como el desierto del Kalahari o la selva amazónica que tuviesen una pauta vegana. De ahí que considerase que nuestra sobreprotección alimenticia haya favorecido el desarrollo de éticas, estéticas, y aspectos morales en torno a los animales y el veganismo. En ese mismo texto que he colgado sobre entornos etnohistóricos a través de recetas y los discursos de sus cocineras aparecen personas que todavía están vivas pero que, debido a las circunstancias de pobreza de la posguerra han tenido que alimentarse de gatos, ratas, burros de entre otra selección que podría ser aberrante en la actualidad. Mismas personas, distintas circunstancias, diferentes alimentos moralmente «buenos para comer», independientemente del desarrollo de tabúes al rededor de los mismos en la actualidad. De modo que creo que tanto Levi-Strauss como Marvin Harris estarían en lo correcto encontrando un equilibrio en la multifactorialidad de las causas que constituyen una estructura alimenticia.

Lo sacro y lo profano está sometido al desarrollo de los acontecimientos. En estos términos se expresa Mary Douglas en su libro «Pureza y peligro».

PUREZA Y PELIGRO, de la todopoderosa Mary Douglas, es un libro clásico muy representativo de la Antropología Simbólica.

El clásico texto gira en torno a la contaminación, el contagio, el orden, lo limpio, como tema central. Analiza aspectos de la higiene en sociedades musulmanas, hindúes y occidentales con un enfoque comparativo y en términos de relativismo simbólico sobre el mismo concepto.

Rituales asociados a lo mágico, sugestión, rituales médicos, abominaciones del Levítico en asociaciones simbólicas entre animales y lo sacro o profano, poderes y peligros y, en definitiva, la influencia de las estructuras simbólicas en el comportamiento humano.

En este texto de Mary Douglas también se pueden encontrar muchas respuestas sobre los porqués de los alimentos desde el punto de vista del poder simbólico que gira en torno a ellos, a lo que se considera sucio, o limpio, lo sagrado, lo profano, y el desarrollo histórico que hay detrás de la simbología que incide directamente en nuestra conducta, también con la alimentación.

Los alimentos que seleccionamos provienen de los símbolos con los que vivimos, solo que estos se flexibilizan y están sometidos al cambio, por eso una rata guisada puede ser buena y mala dependiendo de las circunstancias en las que se encuentren los humanos. Porque, al fin y al cabo, lo que es «bueno para comer» y «bueno para pensar» depende tanto de símbolos como de opciones viables, en realidad se retroalimentan en la práctica, ¿o no es verdad que humano come a humano si la situación lo requiere?

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