Os dejo por aquí este material que me ha parecido especialmente interesante. En la conferencia, Ernesto Castro desarrolla con rigor histórico y filosófico los fundamentos, razonamientos y tratamientos que ha empleado la psiquiatría desde sus orígenes hasta la actualidad. A través de un recorrido que abarca varios siglos, revisa cómo distintas épocas han conceptualizado la locura, el trastorno y la enfermedad mental, situando cada clasificación dentro de su contexto social, cultural y científico.
Desde las prácticas de encierro y exclusión propias del siglo XVII —inspiradas en la noción de “desviación moral”— hasta la aparición de la psiquiatría moderna en el siglo XIX con figuras como Pinel, Esquirol o Kraepelin, la charla muestra cómo los discursos sobre la mente han estado profundamente ligados a los paradigmas de cada tiempo. El análisis llega también al siglo XX y XXI, donde Castro pone especial atención en el DSM-III, el manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales que marcó un punto de inflexión en la práctica psiquiátrica contemporánea. Le dedica una crítica minuciosa, argumentando que el DSM no solo refleja una visión particular de la mente humana, sino que además consolida un modelo biomédico que pretende objetivar fenómenos profundamente subjetivos.
A partir de ahí, el autor plantea una hipótesis provocadora: ¿y si la psiquiatría, en su intento de parecer ciencia, hubiera perdido parte de su fundamento científico? Examina ejemplos concretos de cómo las categorías diagnósticas han variado con el tiempo —lo que antes fue histeria, hoy es trastorno de conversión; lo que antes era neurosis, ahora se fragmenta en múltiples etiquetas clínicas— y cómo estas transformaciones ponen en cuestión la validez empírica y la estabilidad de los criterios diagnósticos. En este sentido, invita a pensar si la psiquiatría no sería, en parte, una construcción cultural más que una ciencia en el sentido estricto del término.
También resulta sugerente la manera en que aborda las taxonomías de la locura: los “locos”, los “trastornados”, los “enfermos mentales”, cada uno definido de acuerdo con la moral, la política o la economía dominante de su época. A través de esta genealogía crítica, se abre una pregunta que resuena más allá de la psiquiatría: ¿hasta qué punto nuestras nociones de normalidad, salud y enfermedad dependen de consensos sociales más que de pruebas científicas?
Dejo también el vídeo con la ronda de preguntas y el debate posterior entre distintos conferenciantes, donde estas ideas se ponen a prueba y se cruzan con otras perspectivas médicas, filosóficas y sociales. Es una discusión muy rica, en la que emergen cuestiones de fondo sobre la ciencia, la autoridad del saber y el papel del profesional en la sociedad contemporánea.
A partir de este debate, surgen interrogantes que considero especialmente valiosos para la reflexión:
- Un psiquiatra que atiende a sus pacientes en la actualidad, ¿es realmente un científico o más bien un técnico que aplica un corpus de saber institucionalizado?
- Un médico de cabecera o un facultativo hospitalario, ¿ejercen una práctica científica o una profesión sustentada en protocolos más o menos validados?
- Y finalmente, ¿qué significa ser científico en un contexto donde la palabra “ciencia” se usa como garantía de autoridad o incluso de poder?
- El director de un colegio que proclama una educación “científica” y “laica”, ¿es científico por ese mero hecho, o simplemente reproduce una fe secular en el discurso de la ciencia?
Estas preguntas, más que buscar respuestas inmediatas, invitan a repensar qué entendemos por conocimiento, evidencia y verdad en el terreno de lo humano.
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