

La ciudad nunca duerme, y en sus sombras, donde el bullicio se mezcla con el eco de pasos apresurados, existen rincones olvidados, resguardados de la luz. Mercadillos polvorientos, anticuarios ocultos tras fachadas que ocultan secretos, y mercados de pulgas donde el tiempo se detiene en cada estante. Allí, entre el murmullo de voces susurradas y el crujir del viejo papel, se venden las reliquias que los bibliotecarios prefieren no mencionar. Ejemplares raros de la antropología clásica, escurridizos como fantasmas, esperan a ser descubiertos por aquellos dispuestos a arriesgarse en los laberintos de negocios clandestinos y trueques oscuros.
Con el olor a polvo y a viejos tomos que susurran historias olvidadas, el aire se carga de misterio. Los personajes que acechan entre las estanterías son tan anónimos como las páginas de los libros que buscan. Algunos dicen que, en sus manos, reposan los títulos que nunca vieron la luz en librerías oficiales, libros censurados, escritos prohibidos por los que lucharon contra la corriente. Desde los rincones más oscuros de ciudades olvidadas, hasta los mercados de los barrios menos esperados, los manuscritos de los grandes nombres de la antropología se ocultan, esperando al coleccionista adecuado. Aquí, no se trata solo de una compra: se trata de un pacto. En el mercado negro de la antropología, el conocimiento tiene un precio, y solo los valientes son capaces de encontrar y asumir el coste de los libros de los que otros no se quieren desprender.
Me complace mucho estrenar una nueva sección para el menú de esta página web con esta introducción tan flipada. Aunque también he de decir, que algo de verdad sí que contiene. Ni sé la de kilómetros que me he pateado por diferentes ciudades para obtener algunos de estos escurridizos clásicos de la Antropología Social y Cultural. Libros que reinaron las estanterías de tantísimos estudiosos y aficionados durante la época dorada de la disciplina que corona el estudio de la diversidad del comportamiento humano. Aquellos clásicos estipularon unas bases a la vez que suscitaban el interés del público general por los grupos humanos y sus vicisitudes, como si de novelas de aventuras se tratasen.
Y cómo no, merece la pena comenzar esta serie con un magnífico clasicazo. Me costó una eternidad hacerme con un ejemplar, aunque fuese de la segunda edición. Hoy en día se puede encontrar circulando por plataformas como Wallapop por unos 70 pavos si está en muy buen estado. A mí me costó 1 euro en un rastro madrileño que aglutinaba centenares de libros sin ningún tipo de categorización o diferenciación. Todos los libros a 1 euro.
Reseña: Los argonautas del Pacífico Occidental de Bronisław Malinowski
En el oscuro y misterioso «mercado negro» de la antropología, donde las piezas más codiciadas se esconden entre estantes polvorientos y el eco de historias olvidadas, Los argonautas del Pacífico Occidental de Bronisław Malinowski se erige como uno de los clásicos más buscados. Publicada por primera vez en 1922, esta obra sigue siendo un faro en el estudio del intercambio, la economía y la cultura de las Islas Trobriand.
A través de su revolucionario enfoque de la observación participante, Malinowski transforma el estudio etnográfico en una inmersión profunda en la vida cotidiana de una sociedad distante, haciendo de este libro una pieza imprescindible para cualquier estudioso de la antropología. En sus páginas, el lector no solo explora el intercambio de bienes, sino también las relaciones humanas, las complejidades de los rituales y la importancia del Kula, un sistema de intercambio ceremonial entre las islas. Un juego de poder, prestigio y sociedad.
Lo fascinante de este libro es cómo, a través de sus exhaustivas observaciones, Malinowski ofrece una visión más humana y detallada de lo que en su época se consideraba una «sociedad primitiva». El texto es un ejemplo claro de cómo los antropólogos, al sumergirse en las culturas estudiadas, pueden desentrañar las tramas sociales que rigen incluso las prácticas más cotidianas.
Con cada página de Los argonautas del Pacífico Occidental, el autor no solo nos revela los códigos secretos de un grupo, sino que también nos invita a reflexionar sobre nuestra propia humanidad y las complejas redes que tejemos en nuestras interacciones. Hoy, más de un siglo después de su publicación, esta obra sigue siendo un símbolo del pensamiento antropológico moderno y continúa siendo un objeto codiciado en el mercado de libros raros y antiguos, donde las ediciones originales tienen un valor incalculable.
Este libro no solo es una joya bibliográfica, sino una ventana al pasado, a un mundo de costumbres, rituales y vidas entrelazadas por hilos invisibles. Si alguna vez te encuentras con una copia en un rincón polvoriento de algún mercado antiguo o en un estante olvidado, no dudes en adquirirla: estás sosteniendo no solo un libro, sino una parte fundamental de la historia de la antropología.
Voy a acabar esta breve reseña pegando un fragmento de su introducción, como es costumbre, porque con cada palabra está sentando cátedra sobre el reflejo de la introducción de una antropóloga en un grupo en su primer día. Quién no se ha imaginado ser alguna vez Malinowski iniciándose en el campo. Siempre que la leo me deja el culo torcido.
Saludos.
EL TRABAJO DE CAMPO (por Bronislaw Malinowski)
Imagínese que de repente está en tierra, rodeado de todos sus pertrechos, solo en una playa tropical cercana de un poblado indígena, mientras ve alejarse hasta desaparecer la lancha que le ha llevado.
Desde que uno instala su residencia en un compartimento de la vecindad blanca, de comerciantes o misioneros, no hay otra cosa que hacer sino empezar directamente el trabajo de etnógrafo. Imagínese, además, que es usted un principiante, sin experiencia previa, sin nada que le guíe ni nadie para ayudarle. Se da el caso de que el hombre blanco está temporalmente ausente, o bien ocupado, o bien que no desea perder el tiempo en ayudarle. Eso fue exactamente lo que ocurrió en mi iniciación en el trabajo de campo, en la costa sur de Nueva Guinea. Recuerdo muy bien las largas visitas que rendí a los poblados durante las primeras semanas, y el descorazonamiento y la desesperanza que sentía después de haber fallado rotundamente en los muchos intentos, obstinados pero inútiles, de entrar en contacto con los indígenas o de hacerme con algún material. Tuve períodos de tal desaliento que me encerré a leer novelas como un hombre pueda darse a la bebida en el paroxismo de la depresión y el aburrimiento del trópico.
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