Noticias sobre educación. Hiyab.
Al final la fuente de la noticia completa, pero antes quería incorporar algunas cuestiones…
En primer lugar, me parece extraordinariamente paradójico, que los profesionales de la pedagogía, la psicología, la educación, utilicen la expulsión como castigo. ¿De verdad se puede llegar a considerar desde un punto de vista educativo que largar 15 días a cualquier jovenzuelo va a contribuir a resolver sus necesidades? Creo, como crítica, que deberían ser mucho más creativos, más abiertos al diálogo, a la resolución de conflictos, a la asertividad…
Esto es como cuando un joven, que sufre de violencia doméstica porque la presencia, atraviesa una separación de su familia muy dolorosa que no sabe gestionar emocionalmente, comienza a comportarse mal, también en la escuela, interrumpiendo el orden correcto de la clase. ¿De qué le sirve a este pobre chaval que lo expulsen?, ¿contribuye en algo positivo para su estado emocional?
O para aquel que va mal en clase, que se está descolgando del ritmo, por el motivo que sea, y que, ante su desmotivación acaba teniendo algún comportamiento disruptivo en un espacio que ya no le aporta y le hace sentir inferior (por poner un ejemplo). ¿De qué le sirve la expulsión?, ¿consideran que así va a favorecer la compensación de su descuelgue o que todavía se va a descolgar más?
Insisto, estas medidas sancionadoras pueden llegar a ser antipedagógicas, y estamos hablando de un espacio profesional para la pedagogía, donde son las intervenciones socio-educativas las herramientas del profesional, y no las expulsiones, independientemente de la gravedad de los sucesos. Los comportamientos que van en contra de las normas de la escuela, generalmente vienen influenciados por lo que ocurre en el exterior de la misma, y es en esos espacios donde también hay que trabajar. Hay mucha producción etnográfica al respecto; no termino de entender porque no se llega a aplicar.
Volviendo al caso que nos ocupa, y basándome en esta perspectiva socio-educativa, topar a los elementos socio-culturales concretos de una joven que no es más que el resultado de su entorno doméstico con la expulsión es negar la validez de sus elementos socio-culturales, lo que a la menor le puede crear una gran ambivalencia dentro de una jerarquía de valores instrumentalizados por la escuela en un orden de lo correcto y lo incorrecto entre el espacio escolar y su espacio familiar.
Dice la noticia: La menor de 13 años que acude con pañuelo en la cabeza, hiyab, al instituto Liceo Caracense de Guadalajara ha sido expulsada durante quince días del centro, tras ser apercibida en varias ocasiones de que acudir a clase con la cabeza tapada incumple las normas de convivencias del centro.
Que alguien me explique qué tiene que ver esta prenda con la convivencia. En realidad esta norma de convivencia es anti-convivencia desde un punto de vista intercultural. No debemos olvidar que las escuelas públicas o nutridas por fondos públicos, deben respetar el derecho de los seres humanos a la reproducción social y cultural, en el espacio geográfico español, siempre y cuando no condicione o vulnere los derechos de otras personas, o tenga un objetivo persuasivo para con los demás, que no es el caso.
España es un espacio multicultural como territorio donde se reproducen diferentes cosmovisiones. Los jóvenes españoles, cuyos padres proceden de distintos orígenes internacionales, son tan españoles a efectos legislativos y ciudadanos como los que vienen de cuatro generaciones ancestrales de las profundidades de mi querida Soria. De modo que, tienen todo el derecho a reproducir sus efectos socio-culturales domésticos, y la escuela pública debe incorporar sus derechos trabajando en ello desde gabinetes especializados. Lo contrario sería crear un modelo de ciudadano «autóctono» y negar la diversidad cultural.
En breves entrevistas realizadas con un grupo de mujeres musulmanas en un ámbito rural de mis cercanías, señalaron, tanto las que eran solteras como las casadas, que en su caso (que no quisiera expandirlo a todas las personas de origen árabe), eran libres de llevar la cabeza cubierta o al descubierto, y elegían llevarla tapada porque se sentían desnudas sin su prenda habitual. Que una escuela equipare una norma de convivencia sobre la cobertura de la cabeza como puede ser llevar una gorra o una bandana, con un elemento con una profundidad corporal que, en su ausencia, le puede producir una sensación de desnudo a algunas personas menores de edad, es que, insisto, en un espacio profesional de la disciplina pedagógica, me parece algo muy grave.
“se ha tratado de que parezca que existe un conflicto de discriminación religiosa o incluso racista”, cuando, “muy al contrario, se trata de un conflicto de soberanía democrática, esto es, de quién y de cómo se deciden las Normas de Convivencia, Organización y Funcionamiento (NCOF) en nuestro instituto”.
Soberanía democrática que por otro lado, los profesionales del centro, han votado su conservación por unanimidad. Es decir, han votado por la imposición de sus maneras de pensar la vida, el cuerpo, la educación, la socioculturalidad, no por incorporar en su espacio educativo las necesidades públicas de una escuela pública. Han elegido priorizar su visión personal y por lo tanto privada, del asunto, sin atender, por ejemplo, a la literatura científica que hay sobre estos menesteres en éticas contemporáneas, cosmopolitismos, relativismos, interculturalidades.
Pobre chiquilla. Seguramente tras la expulsión de 15 días se haya despojado de lo que le identifica como persona, lo que identifica a su familia y a su libertad de expresión; claro que sí, no le habrán producido nada de odio e incomprensión, ni estigmatización. Madre mía. La pedagogía es muy facepalm a veces.
La noticia completa: https://www.eldigitaldealbacete.com/2021/11/09/expulsan-15-dias-del-instituto-a-la-joven-que-va-con-hiyab-a-un-centro-educativo-de-castilla-la-mancha/
La fuente: https://www.eldigitaldealbacete.com
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